días azules

El color azul no es casualidad que represente al autismo. Considero que el azul posee en sí mismo la infinitud de sensaciones de expansión, que se manifiestan en el SER de acuerdo a su sentir, desde la calma del cielo en días soleados hasta la imponente fuerza de las tempestades.

El azul tiene correspondencia con nuestra historia de vida. Cuando confirmé el autismo de mi hijo sentí un duro golpe,  ya habían transcurrido algunos años andando la vida con él en mis brazos, bajo el infinito cielo azul.  Días azules de sol inclemente y otros azules, como el bravío mar cuando se desencadenan las tormentas. También, días azules de tonalidades pasteles, turquesas o el imponente azul eléctrico. Sumar el autismo a los problemas de salud y a la discapacidad auditiva de mi hijo, resultaba abrumador. Me preguntaba: ¿cómo voy a poder yo sola con todo ésto mi Dios? Simplemente la respuesta se daba naturalmente cuando Emmanuel me regalaba una de esas sonrisas que me derretían. Me llenaba de amor, fuerza y fe (aún  me sucede día tras día, con la edad que tiene), era como si me dijera: “tranquila mami, juntos saldremos adelante, confía, un día a la vez, todo estará bien”. Y  así han transcurrido  nuestros días azules de diferentes tonalidades e intensidades desde hace 32 años.

 

Emmanuel, su hermana Frida Alejandra, su abuela Magda y yo completamos una fortaleza familiar. El azul nos conecta con Dios, con la naturaleza prodigiosa que Él creó. Somos una familia azul. Una vez escuché que la vida no era para triunfarla, que el verdadero triunfo de la vida es vivirla, entonces podemos sentirnos triunfadores porque la hemos vivido, y juntos ha sido realmente maravilloso. En nuestro caso nuestras vidas están en correspondencia con las tonalidades e intensidades del azul.

Ya no llevo en mis brazos a Emmanuel, ahora vamos tomados de las manos, bajo el cielo azul que nos recuerda que no hay límites y que el amor inmenso e infinito es vital para que todo tenga sentido.

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la mirada de una madre